Replegándome en mi gesto solo,
aislado de la lluvia que me moja,
no conozco mi sangre derramada;
soy un charco de tristeza violentada.
Barnizado por tus caricias de antes,
efímeros soles de mi cielo lejano,
que se han escondido a orillas de tus dudas
para aquietarme a merced de la luna.
Náufrago del mar de mi deseo
ya he sido y seguiré siendo.
Con el tiempo volveré a la tierra firme,
que es ciudad seca; ambiciones acalladas.
Y al final, como todos, seré muerte;
casi sin recordarte, o extrañándote, me iré.
Desafinaré mi último canto en destrucción,
sendero derrotado por un cuerpo sin sudor.
