miércoles, 20 de agosto de 2008

De cómo la muerte ignora


Replegándome en mi gesto solo,

aislado de la lluvia que me moja,

no conozco mi sangre derramada;

soy un charco de tristeza violentada.


Barnizado por tus caricias de antes,

efímeros soles de mi cielo lejano,

que se han escondido a orillas de tus dudas

para aquietarme a merced de la luna.


Náufrago del mar de mi deseo

ya he sido y seguiré siendo.

Con el tiempo volveré a la tierra firme,

que es ciudad seca; ambiciones acalladas.


Y al final, como todos, seré muerte;

casi sin recordarte, o extrañándote, me iré.

Desafinaré mi último canto en destrucción,

sendero derrotado por un cuerpo sin sudor.


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