Un cementerio de cajas de zapatos talle cuarenta y seis es mi barrio de dialogos dictados y de galerias por recorrer.
Nuestro sol es un pan duro que nadie comió y el cielo una simple bolsa de papel que cruje y cruje cada vez peor y las migas que guarda las guarda sin querer.
La patria es un pie de barro y un trapo color café; Un mayo frances destetado es un hielo para calmar la sed.
Camina cojo el reloj con sus 1001 ojos, uno solo en la cien, los otros mil en el segundero roto, quién sabe cuánto nos quede por hacer...
Siempre hay un rato para el espanto y para un bostezo largo, para caminar descalzos por la luna o para que nos mecen en sus cunas.
Un diablo de rojo intenso desteñido y un río de Heraclito para esconder las armas, una cama y el ojo de un huracan profético y en el juicio final un testigo falso y el sonido de las campanas
borrachas de misas y de rezos de aquellos que no saben muy bien qué es lo que creen. Se reune el consorcio del infierno a votar si para este 25 compran un pesebre nuevo
Mi chaleco anti-balas, perdidas y encontradas, es mi galeria de arte que termina en tu cara, como yo terminaba y un río de Heraclito corría hasta las cataratas de tu barbilla que de Barbie no tienen nada y mucho de amante suicida.
Los floreros y las fotos callan por los codos los viajes de ida y los 1001 retornos, ni que hablar del equipaje perdido y la no ropa en el piso que dice más con los ojos que yo con el olvido.
Sé de sobra que no se arregla con photoshop y haciendo clic en cada link de tu blog me voy par las ramas y comento mi vaso de arena en el desierto: pesadilla recurrente de mi yo, utopía permanente de mi ello.
Un cementerio de elefantes no es contraste con esa vida tan apagada y tan cobarde, como si fuera un lunes eterno o un domingo solitario y con espejos donde mirarse es un castigo merecido y violento.
Sería como encontrarse una sirena en la vereda y pasar como si nada, o pedirle una moneda, pero mejor le doy de comer a los peces y trato de que la planta no se me seque mientras me ahogo en la pecera de los mismos besos de siempre