pisando el césped, fijando avisos...
Los mismos que encierran dioses en becerros
y bautizan estrellas sin permiso.
Hombres anclados en la carne,
agarrandose de sus propias sombras,
abriendo las ventanas de un pozo ciego,
derrotados vuelven como las olas.
Quemando libros y haciendo murallas,
aprendiendo a mirarse al espejo,
como locos rompiendo guitarras
o despeinados por un fuerte viento.
Poemas escritos en ojos de huracanes
saltan de sobra el cerco de alambres
para separarse de las palabras de los vivos
y hundirse en libros, haciendose inmortales

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