La guerra entre los raros y los hombres maniquí
se pelea con modelos que se arquean y florecen
como sombras indiscretas que no guardan secretos,
que beben sobrevalorada sangre aguada.
Los pétalos de una flor deforme
caen en el suelo y se entreveran con los pétalos perfectos
y el viento, suspiro de un Dios obsesivo,
reparte azarosamente los campos de batalla.
Y se enredan las mismas espadas
como se buscan las piezas de ajedrez
en un pantano de celdas ni negras ni blancas
donde cae un rey sin norma ni ley.
Y ruge el cielo el dictamen
del deporte humano del juzgarse
con un acallador y potente trueno
haciendo que los lindos y los feos
se miren con un mismo desconcierto
miércoles, 18 de febrero de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario