tus ojos, sin saberlo, no me miran.
Todo transcurre por capricho,
incluso el amor y la ira.
Sueños de mis dedos que no tocan
despiertan en tu cuerpo sin vida
y se desdibujan las formas,
perdiéndose en siluetas sin saliva.
Tus manos empapadas de mi sangre,
de mi sangre satisfecha por tenerte.
Alivio de mi cuerpo, sin probarte,
es mudarme a tu sombra envolvente.
Y ahora me miras y sonríes,
no sé muy bien qué quieres.
Quédate, que quiero desvestirte,
amada mía, hermosa muerte
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